segunda-feira, 22 de agosto de 2011

La presencia secreta


Estimado Señor Gómez: en virtud de haber pasado por ciertas circunstancias psicológicamente deprimentes que me arrastraron al borde de la desesperación antes de llevar a cabo la ejecución de nuestro último contrato, y viéndome así impedido de cumplir con mi parte en el mismo,ruégole aceptar mis disculpas y espero que entienda las razones de mi desistencia. Dejo junto un sobre con el cheque por U$ 5000,00 - que no llegué a depositar - que había recibido como adelanto por la realización del servicio.

atentamente

Alberto Macadar


Así,escuetamente y sin dar ningún tipo de detalles,me absolví de llevar a cabo mi última misión como matador profesional. Última bien digo,literalmente,porque a raíz de esa extrema e inesperada experiencia llegué a comprender cosas a respecto de la existencia humana y de nuestros semejantes sobre las que nunca había reflexionado antes y que harán imposible,de aquí en adelante,la continuación de mi trabajo.

Las dificultades de la vida me llevaron a convertirme en lo que soy hoy,lo que he sido hasta hoy,un mercenario.Después de una serie de vicisitudes que es mejor ni mencionar para no ser acusado de querer ganarme la compasión de quien pueda llegar a leer un día estas memorias,viéndome solo y abandonado en el mundo y sin tener un techo bajo el cual refugiarme,una mañana topé con un anuncio en la página de clasificados de "El País" que me pareció,como mínimo,extraño,y atizó mi curiosidad. Él decía:

"Hombre maduro se necesita para ejecución de trabajo confidencial.Garantidos excelente pago y total reserva".

Después de un breve contacto telefónico donde el empleador,que se identificó como Alejandro Gómez,me hizo una serie de preguntas intrigantes a respecto de mi vida particular,si era soltero,si tenía hijos o familiares,entre otras cosas,yo quedé todavía más absorto,al punto que exigí marcar un cita para discutir los pormenores.

El señor Gómez en cuestión resultó ser un importante empresario,dueño de una prestigiosa multinacional localizada en un barrio céntrico de Montevideo,unos cincuenta y tantos años,casado,tres hijos,canoso y alto y un poco abatido,por lo que me pareció,debido a cierto problema serio que le preocupaba y que tenía que ver con su vida personal.Entonces fue que vine a saber de su relación amorosa con una de las domésticas de la empresa,encargada del servicio nocturno,que por las fotos que me mostró justificaba que el hombre hubiera perdido la cabeza.

El caso es que don Alejandro se había cansado de la situación,le había insinuado a la moza acabar con el flirt y ella,obviamente interesada en la parte financiera,se había negado repetidamente.Las insinuaciones se volvieron pedido,de ahí ya fue exigencia,y la negativa de la mujer se mantuvo cada vez más firme.Vie ndo que por las buenas no iría a llegar a nada,y ante la insistencia de su amante de requisitar cada vez más dinero con amenazas de abrir la boca para todo el mundo,el empresario,viendo comprometida su situación social y familiar decidió poner un fin a la aventura de manera drástica.

El servicio confidencial era,como usted ya se imaginó,la muerte de la muchacha,y para eso había decidido contratar los servicios de un matador profesional.Discutimos largamente el asunto,yo intentando hacerle entender que de profesional no tenía nada,que siempre había sido un persona de elevados principios morales,que la propia idea me repugnaba,y por ahí fuimos,entró la madrugada después de mucho café y finalmente el hombre me hizo un propuesta irrecusable:

¿Cuánto quiere ganar? -me dijo,imperturbable.Usted me dice la cantidad y le firmo el cheque ahora.
Yo sentí que la voluntad de mi contratante era tan firme que no saldría de aquel encuentro sin aceptar el trabajo.Dije un número absurdo,para disuadirlo,ni me acuerdo,era mucho dinero.Para mi sorpresa,él firmó el cheque delante mío sin esbozar la menor sorpresa.

Contará con todo el apoyo necesario,no se preocupe.Tengo la influencia suficiente para borrar todas las pistas,-dijo lacónicamente.

Mi primera experiencia como asesino a sueldo fue terrible.Maté aquella bonita mujer con la mayor frialdad de que fui capaz,en realidad me obligué a odiarla como nunca había odiado a nadie en mi vida para hacer más justificable mi crimen bárbaro.Le hice la guardia una noche a la salida de su trabajo,esperé que se despidiera de un grupo de amigas y la seguí por un paraje solitario donde quise forzarla a hacer sexo conmigo allí,en plena calle,mientras la insultaba y la trataba de lo peor al tiempo que forcejeaba para quitarle la ropa.

La mujer,entre asustada y furiosa,amenazó llamar a la policía,lo que acabó de desatar mi furia criminal.La golpeé con una violencia completamente desproporcionada para volverme todavía más insensible,ella cayó desmayada en un charco donde la pateé hasta hacerla sangrar.Después de mirar alrededor y verificar que estábamos comp letamente solos,disparé dos veces en la cabeza,hasta ver literalmente saltar su masa encefálica en pedazos que volaron por varios metros a la redonda.El arma,que me había sido suministrada por don Alejandro,era perfecta,dotada de un magnífico silenciador.Alguien a cinco metros de distancia no habría sido capaz de oír los disparos.

Después de confirmar a mi mecenas que el trabajo estaba consumado,caí en una profunda depresión.Pasé un mes dentro de casa,perseguido por todo tipo de fantasmas,no comía,sentía náuseas todo el tiempo,cuando el cansancio me vencía tenía pesadillas horribles,siempre con aquella mujer de belleza incomparable desnuda en mi cama y rogándome para hacer sexo,implorando por su vida y yo siempre loco de celos,porque sentía que ella era la amante de Alejandro y no podría ser nunca mía,culpándola por eso y volviendo a mat arla una y otra vez después de poseerla al final de cada sueño diabólico.

Algunos meses pasaron y yo creí que había superado las traumáticas consecuencias de mi acto injustificable,cuando un día encontré en mi teléfono un mensaje de don Alejandro.Él me agradecía por el trabajo perfecto que había llevado a cabo y me invitaba para tomar un café en su escritorio,aparentemente sin ningún otro objetivo que felicitarme por la perfecta eficiencia y discreción que yo había demostrado. El resultado de la amena conversación acabó siendo el acuerdo para una nueva encomienda.

Esta vez mi patrón se mostró más desesperado que en ocasión de nuestro primer encuentro.El motivo era ahora su propia mujer,que según él, lo estaba traicionando con varios de su empleados y hasta había practicado un aborto secretamente después de quedar grávida de uno de ellos. Apoyándose en que ella estaba programan do su propia muerte para heredar su fortuna y huir con el fulano,no tardó en convencerme para la realización de un nuevo "trabajito",como él mismo lo definiera.

Esta vez mis escrúpulos fueron menores.Me parecía de una vileza incalificable lo que aquella mujer estaba tramando y ante una nueva oferta financiera que en mucho superaba a la anterior,inmediatamente acepté y algunos días después llevé a cabo mi segunda misión,en circunstancias que no viene al caso detallar.Apenas puedo decir que no sentí ningún remordimiento, y a partir de ahí mi vínculo con Alejandro se volvió natural y acabé aceptando mis dos muertes como circunstancias rutinarias de la vida de cualquier persona.

Poco a poco yo fui descubriendo que mi nuevo ángel de la guardia no era ningún santo,que estaba metido hasta el pescuezo en las peores confusiones y rodeado de enemigos,por lo cual había recurrido a medidas extremas como la de contratar un matador a sueldo para librarse de sus angustias.Cada vez me sentía más suelto en mi nuevo trabajo,él me llamaba tan sólo para acertar las circunstancias y el precio,que,debo ser justo,siempre superaba mis expectativas. Comencé a pasar por alto aquellas minucias de cargo de conciencia que me habían atormentado en los primeros días de nuestra parcería.

Así la serie siguió con un gerente de banco a quien maté bien delante de su propio hijito de cinco años,por razones que ni me tomé el trabajo de indagar, un vendedor fraudulento que estaba robando clientes de la empresa en su propio beneficio,un primo lejano que había iniciado un proceso con la finalidad de quedarse con parte de las acciones de la sociedad anónima a la que pertenecía la firma,y algún otro caso menos notorio que ni vale la pena acordarme,de tan trivial que había resultado en su ejecución.Me acuerdo que uno de los enemigos de mi jefe murió ahogado en su propia bañera después que coloqué unas gotas de arsénico en su comida. Trivialidades como esa ya ni me preocupaban.

Así estaban yendo las cosas en aquel comienzo de un frío invierno montevideano y yo cada vez más adaptado a mi nueva vida,flotando en dinero,coche cero kilómetro,vacaciones en las Bahamas,mujeres para elegir,siempre bajo el mecenazgo pródigo de mi millonario anfitrión,cuando algo ocurrió que vino a cambiar en un segundo nuevamente el curso de mi vida.Esta vez la conversación previa que siempre manteníamos con don Alejandro antes de la realización de cada trabajo,no había arrojado ninguna luz a respecto de la identidad de la víctima.Mi socio me afirmó que le resultaría imposible revelar cualquier tipo de información sobre edad,sexo o cualquier otro detalle personal,como había sido su costumbre hasta este momento.Nunca lo había visto tan asustado.

A regañadientes,lo único que conseguí sonsacarle fue que el problema ahora era dentro de su pro pio apartamento-donde vivía solo después de la muerte de su esposa.Temblando, me confesó que él venía sintiendo una presencia extraña dentro de su habitación,algo que no conseguía llegar a definir,una cosa irreal y fantasmagórica que producía algunos ruidos casi inaudibles por las noches y lo tenía en un total estado de pavor.Me preguntó si yo creía en espíritus,parecía sentir pesados remordimientos por las muertes de que era obviamente responsable.Sentí que el pobre hombre estaba al borde de la locura y me decidí a ayudarlo,mismo que yo ni sabía lo que me esperaba esta vez.
Dominado por una irreversible paranoia,él había decidido abandonar el apartamento,optando por trasladarse provisoriamente a una suite del Mofarrej Hotel en plena Plaza Independencia,en el centro mismo de la ciudad.

Dejó el piso por mi cuenta,rogándome que mantuviera contacto diario para contarle cualquier novedad.Obviamente no había nadie en aquel lugar,mi amigo debía estar siendo perseguido por alucinaciones y remordimientos y yo lo llamaba todos los días para tranquilizarlo,dándole detalles de las cosas más banales,contándole cómo el hijo del vecino había dejado caer la pelota en la terraza,la visita de un repartidor de pizza que había tocado timbre por equivocación,el crepitar de la lluvia por la noche durante una tormenta.

Así pasaron los tres o cuatro primeros días,yo me estaba aburriendo en aquel lugar solitario.Hasta que una noche ocurrió algo inesperad o que yo atribuí a una pesadilla. Me pareció sentir un ruido en la buhardilla,un ruido que me despertó pero que no volvió a repetirse.Parecía un tictac de pasos de un cuerpo muy leve.Me quedé inmóvil,petrificado en mi cama con todos mis sentidos alerta.

Nada más ocurrió aquella noche,por eso yo deduje que había sido apenas producto de un sueño y no quise alarmar a don Alejandro con un acontecimiento sin fundamento que sólo habría servido para dejarlo más nervioso de lo que ya estaba.Sin embargo,durante todo aquel día y los dos o tres que se siguieron,no pude separarme de la impresión de estar siendo observado.Y quien me observaba estaba dentro del apartamento,no en ningún otro lugar.Creí que estaba comenzando a ser contagiado por las alucinaciones de mi mentor,porque no creo en espíritus,no tengo religión y nunca he pasado por esas experi encias extrañas de paranormalidad que las personas adoran contar.

El juego de la copa me parece cosa de chiflados,las cartas del tarot una completa pérdida de tiempo,siempre fui un materialista empedernido y no sería ahora,después de viejo,que esas ideas absurdas irían a meterse en mi cabeza por causa de que alguien próximo había decidido enloquecer.Pero a pesar de toda la fuerza racional de mis argumentos, la posibilidad de un acompañante invisible dentro del apartamento se había metido en mi cabeza como una idea perturbadora.

Una noche estaba yo atravesando las horas de insomnio de la madrugada,como venía ocurriendo con cierta frecuencia últimamente,escuchando el golpetear de la lluvia en el ventanal delantero del edificio y el fuerte viento que hacía temblar las puertas pareciendo querer arrancarlas de sus visagras,cuando repentinamente mi oído agudo y entrenado del músico que yo había sido en mis años jóvenes se sintió atizado por un ruido insignificante que estaba totalmente fuera de contexto con los otros sonidos que llenaban el lugar en aquel momento.Era otra vez el sonido provocado por los pasos irregulares de un cuerpo diminuto,como que no tuviera peso,que por momentos parecía correr algunos centímetros,después súbitamente paraba por algunos segundos para entonces hacer una carrera corta en otra dirección,aparentemente sin un plan determinado,a veces alejándose,a veces volviendo atrs,tictac tictac,diríase que los diminutos pies,si fuesen pies realmente, estuvieran provistos de alguna sustancia sólida,tal vez uñas o púas,pensé y hasta me sentí ridículo porque mi conclusión era totalmente absurda.Era,bien digo.

Hasta que la sangre se me heló en las venas cuando ya no tuve dudas de que el imposible visitante estaba bien allí,dentro del cuarto,conciente de mi presencia y estudiándome con toda premeditación. Con el mayor sigilo de que yo era capaz en aquel momento de terror puro por el que estaba atravesando,deslicé mi brazo de forma casi imperceptible por debajo de la frazada,hasta sentir en mi mano el cuerpo de la linterna que siempre,por costumbre,dejo cerca del colchón, para el caso de tener que levantarme en plena noche y evitar así andar chocándome contra los muebles.

Mi otra mano se aferró rápidamente al pequeño rev&o acute;lver que siempre me ha acompañado como objeto personal desde que me inicié en mi profesión de matador.Dirigí el foco hacia mi derecha y simultáneamente apunté el arma en la misma dirección,guiado por el preciso sentido de localización de mi oído que nunca falla.La pequeña portátil,que no había llegado a encender,yacía caída al borde del colchón fino sobre el cual yo dormía,apoyado directamente sobre la alfombra.

Entonces lo ví.Ví primero sus ojitos pequeños y tristes mirándome llenos de miedo,fijos en el caño del revólver.Parecía haber en aquellos ojos una súplica más elocuente que todas las palabras que pudiesen ser pensadas por mi cerebro atormentado. El revólver tembló en mi mano y yo supe en ese momento que nada en este mundo sería capaz de obligarme a apretar el gatillo.Porque en aquella mirada yo vi reflejándose en mí como en un espejo,la propia fragilidad de mi propia vida,de todas las vidas que se multiplican en este universo,de esa vida tan pujante y al mismo tiempo tan delicada, que necesita ser cuidada como una flor secreta y frágil,pidiéndome perdón por interrumpir mi descanso,buscando mi clemencia y mi simpatía con un abrazo que envolvía mi corazón como un manto cariñoso y suave.

Estoy seguro que él entendió mi me nsaje,las palabras que no llegué a pronunciar,las lágrimas que inconteniblemente rodaron por mi rostro mientras lo miraba sintiendo su miedo que atravesaba ahora su cuerpecito tenue e impotente como un rayo de luz.Lo saludé en silencio,bajé el arma en mi brazo ya totalmente inerte y lo seguí con el foco de la linterna mientras él se escurría asustado y agradecido a través de una grieta abierta en el zócalo.

Me quedé sentado en la cama envuelto en la frazada hasta el amanecer,sintiendo el flujo y reflujo de mi respiración,que era lo único que existía en el mundo,sin fuerzas para moverme.Fue entonces que rasguñé aquellas palabras finales para mi antiguo patrón,a quien nunca volví a ver y de quien nunca más tuve noticia alguna.